febrero 22, 2011

Miguel Guinot

Mi madre me acaba de llamar para decirme que Miguel, el suegro de mi tía, se ha muerto. Justo cuando yo iba a preguntar por el entierro, ella me ha pedido que vaya. Evidentemente, voy a ir Por muchas razones.

No conocía mucho a Miguel, porque no hace tanto (más de cinco años, ahora que me paro a pensarlo. Para mí es bastante tiempo, pero para alguien que haya vivido tanto como vivió él debe de ser muy poco) que entró en mi familia. 

Era el padre de Michel, el marido de mi tía Pura. Cuando Michel y mi tía empezaron a ir en serio, sus padres se integraron en la familia. 
Miguel era un buen hombre. Bastante discreto. No lo recuerdo muy hablador (es Victoria, su mujer, quien suele hablar), pero sí muy amable. Y atento. Si podía ayudar, lo hacía.

De su vida, sé que era un manitas, que quería mucho a su familia y que vivió en Francia durante muchos años. También trabajó todo lo que tuvo que trabajar, como todos los de su generación. 

A mis primos los quería mucho, claro, porque son los únicos nietos que tuvo (Michel es hijo único)

Se estaba recuperando de un cáncer, con su quimio y su quirófano. Algo muy jodido. Se quedó hecho una mierda. Pero parecía que poco a poco se iba recuperando. Parecía.

Al menos, ahora ya no lo pasará mal nunca más. Ya no le dolerá nada, ni tendrá que comer en una bolsa, ni lamentarse por no poder seguir con la vida que tenía. Y aunque no lo conocía mucho, sé que vivió bien. Así que tampoco hay que estar muy tristes por él, supongo. A partir de ahora estará bien. 

Quizá se encuentre con mi abuelo allá donde quiera que vayan los que se van. Desde pequeña, he querido creer que mi abuelo cuidaba de mí y de mis seres queridos desde algún sitio, creo que solía decir (cuando era muy pequeña) que desde las estrellas. Cuando se murió mi perra, quise creer que se había ido con él y que los dos nos cuidaban. Ahora Miguel también podrá cuidarnos, allá donde esté.


Por quien más lo siento es por la familia, aunque suene a tópico. Victoria, después de todo lo que ha padecido a su lado, se ha quedado viuda. No digo sola, porque sola no está. Tiene a su hijo, a su nuera, a sus nietos y a toda mi familia (además de aquella que tenga y yo no conozco) No, sola no se va a quedar.

Los que más pena me dan son mis primos. Yo también perdí a un abuelo, y si no recuerdo mal, no era mucho mayor que Victoria (mi prima se llama igual que su abuela y no hay mote para distinguirlas, porque en mi familia ya hay una Vicky) Pero tengo la suerte de que el otro aún me dura. Es un poco ficus, pero al menos sé lo que es tener un abuelo. Victoria y Joan no van a poder saberlo. Con un poco de suerte, la nena recordará algo de su abuelo (yo recuerdo que el mio olía a tabaco y que yo le pegaba en la barriga) pero Joan es demasiado pequeño. Por un lado está bien, porque no captará la tristeza familiar, pero por otro no va a poder recordar a una gran persona. Victoria ya está en edad de darse cuenta de ciertas cosas, pero creo que aún es muy pequeña para entenderlas bien. Si nadie habla con ella, supongo que me tocará a mí contarle lo de las estrellas. Casi espero tener que hacerlo, porque me parece una teoría bonita. 

Es triste tener que enfrentarse a estos momentos, pero todos tenemos que hacerlo. Supongo que debería ir preparándome (este es mi segundo entierro y aún no sé muy bien qué hacer o qué decir...) porque soy joven y hay bastante gente mayor a mi alrededor.

Aunque supongo que, por muchos entierros a los que uno asista, nunca llega a saber del todo cómo reaccionar.

Con todo esto, mañana ya me puedo olvidar de Civil y de medio Constitucional. En otras condiciones, me alegraría de pelarme las clases (sobretodo, Civil), pero en esta ocasión desearía no tener que hacerlo. La razón es muy triste.

2 comments:

Sandra dijo...

Como te comenté brevemente por Twitter: Muchísimo ánimo, para ti y para la familia, que lo necesitará.

Espero que tus primos nunca lo olviden y que la teoría de las estrellas (es preciosa, sí) pueda ayudar a Victoria a sobrellevar estos momentos. No puedo evitar recordar otros propios y son duros...

Un besazo y un gran abrazo!

Anónimo dijo...

Es muy bonito esto que has escrito y preciosa la historia de las estrellas.
Cuentasela a tu prima porque seguramente ella no entienda muy bien qué está pasando y los adultos muy probablemente no reparen en cómo decírselo y ni siquiera en si deben hacerlo.
Recuerdo que cuando murió mi bisabuelo, a mí nadie me dijo nada, sólo supe que había muerto porque mi abuela se echó a llorar y dijo que quería ir a despedirse de su padre (ella estaba enferma y casi no podía salir de casa). En ese momento me hubiese gustado que alguien me contase algo así.

Un besote

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